martes, 27 de enero de 2009

Bailando

La música de la naturaleza es la mejor que hay.
Los sonidos que tejen las hojas, los árboles, las flores, las olas al chocar entre si, formando melodías que llevo escuchando desde que nací.
El sonido del casco romper las olas, atravesando el mar, es el sonido de la pura y más absoluta libertad.
El baile de los delfines con el mar, moviendose acordes a las olas en la melodía de la brisa salada. Con el ritmo del agua en las venas de aquellos seres que nacieron para ser libres sin tener las limitaciones de los que viven en tierra.
Mientras atardece, los delfines bailan al son del crepúsculo, en solitario o en parejas, tejiendo un hermoso cuadro que alegra mis días y enamora mi mirada.
En el ayer bailaron, en el hoy danzaron y en el mañana... ¿quién sabrá?
Bailarán alrededor de ese barco en el que estoy, con la eterna melodía del mar, con el eterno ritmo de la brisa.
Siempre a mi alrededor...

lunes, 19 de enero de 2009

Sueño

Otro día más en mi navegar.
Aún no amanece, el viento comienza a soplar empujando mi barco a través del oscuro océano, que se abre ante mí en todas direcciones.
No puedo dormir, permanezco mirando como el cielo comienza a aclararse.
Esta noche tuve un sueño.
Soñé que nunca surqué el mar, soñé que nunca dejé aquella casita en la costa donde solía habitar. Soñé con fina arena, con escarpadas rocas. Soñé con un mercado, con fruta y con pescado. Soñé con una taberna a cuyos clientes les corría alcohol por las venas.
Soñé con un rostro de pália tez, ojos aceituna y cabellos del color del atardecer. Soñé con sus labios carnosos, curvados en una sonrisa. Soñé con un vestido blanco que cubría tu cuerpo, soñé con el recuerdo de un verano que hacía años pasé.
Soñé que soñaba que todo aquello era mío, soñé que soñaba que tenía una vida en tierra.
El sol irrumpe en el cielo volviéndo más claro el basto océano.
Soñé que soñaba que en tierra me quedé.
Pero gracias al mar... me desperté...

viernes, 9 de enero de 2009

Nuevo destino

Soplaba el viento del norte, frío pero ligero, sin demasiada fuerza. La suficiente para hacerme navegar entre aquellos océanos de nubes que me llevaban a mi nuevo destino.
Nuevo año. Nuevo destino. Nuevo tesoro. Nuevo paraíso.
Las estrellas auguran buenos sucesos, y las olas rompen en bramidos temblorosos.
Tras dejar atrás la isla, sumergo mi vista en el horizonte coronado por el cielo dorado del crepúsculo, despedid del viejo año, abrazo de bienvenida del nuevo.
¿Qué aventuras aguardan a esta alma navegante y sedienta de poder contar historias?
Diviso algo en la lejanía, amanece un nuevo día y vislumbro la primera porción de tierra.
Primer destino.
Primera aventura.
Entre las olas me aproximo.
Por la dirección del viento me guío.
Me acompaña el corazón de la mar.