Navegar solo en un barco por el ancho mar de los cielos es complicado...
Especialmente cando te encuentras de sopetón una terrible tempestad que no te deja tiempo para respirar, descansar o gritar. Te envuelve y te desata los nervios de acero, volviéndote débil, de gelatina, de brisa débil como un pequeño pez en una terrible marejada.
Corres a contrarreloj para que tu barco resista, vigilando todos los detalles para poder llegar a buen puerto, amarrando todos los cabos sueltos, vigilando el velamente...
Pero la incesante tormenta te hace tambalear....y siempre hay algo que se te pasa por alto... que piensas en ello unos segundos y luego confías en que le prestaste la suficiente atención...
Pero ese cabo que tú cuidaste mil veces... se te ha pasado por alto en un momento dado...
Lo que conlleva a que la tormenta golpee con violencia la zona que no aseguraste de tu barco...
El cabo se desata...se rompe...
Y con él se va una parte del barco...
Ha sido un descuido...
Pero un descuido fatal...
miércoles, 15 de julio de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario